ILUSTRAR/ILLUSTRATE. DAR LUZ AL ENTEDIMIENTO

Ilustrar/illustrare. Dar luz al entendimiento

Regina Pérez Castillo

Del 18 de junio al 25 de julio de 2021

 

La palabra “ilustración” proviene del latín “illustrare” (iluminar, sacar a la luz, divulgar). Quien ilus- tra, por tanto, desvela a los demás algo valioso, convierte algo oculto en algo cognoscible. Partiendo de este significado propongo dos imágenes:

Dentro del monasterio, el iluminador trabaja en algunas miniaturas. Él no sabe cuán importante es su labor. Traducir en imágenes aquellos textos sacros, crear un hermoso contenido visual que ilumi- ne aquellas palabras santas, haciéndolas brillar aún más. Quienes no saben leer, observarán y apren- derán.

El gran tesoro de Carmen es su colección de cobre. En su casa humilde cuelgan jarrillas, sartenes y cazos de distintos tamaños. Cuando el cobre se “pone feo”, Carmen elabora un menjunje de limón, vinagre caliente y sal gorda. Mojando en este un trapo viejo, unta generosamente los cacharros y con una energía inusitada los frota, les saca lustre.

La primera imagen describe a un “iluminador”. En la Edad Media, escribas e iluminadores eran monjes que trabajaban en el scriptorium de los monasterios. Durante el proceso, el maestro escri- bano dejaba espacios en blanco con instrucciones para que los iluminadores rellenasen con bellas imágenes los mismos. Pero más allá de lo estético, los iluminadores de los monasterios cumplían
una función fundamental: transcribir a imágenes textos de gran complejidad. Pondremos como ejemplo una de las obras más destacadas de este período, el Comentario al Apocalipsis según San Juan del Beato de Liébana (S. VIII), un libro críptico que según San Jerónimo tiene tantos misterios como versos, por lo que era necesaria otra lectura, una versión paralela ilustrada. Así, tantos y tantos manuscritos fueron acompañados por imágenes que desvelaban los entresijos y complejidades de las lecturas religiosas. Por otra parte, el nombre de “iluminador” proviene precisamente del color dora- do o plateado con el que los monjes elaboraban sus ilustraciones. Estos “iluminaban” los manuscritos con pan de oro y plata, haciendo relucir las hojas del pergamino.

El punto de encuentro entre la primera y la segunda imagen está precisamente en el color relucien- te. Si los monjes medievales utilizaban metales preciosos para iluminar sus manuscritos, serían los artesanos musulmanes, también durante la Edad Media, quienes popularizarían la técnica del lustre. Este es un procedimiento de decoración que hace penetrar en la superficie de una cerámica una fina capa de metal, proporcionando a la pieza reflejos tornasolados. La técnica del lustre introduce, por tanto, un brillo especial, un toque “divino”. De aquí procede la expresión “sacar lustre”, la actividad en la que Carmen andaba enzarzada.

La nueva edición de “Páginas de Barro” indaga, precisamente, en la capacidad que tiene el trabajo cerámico de “desvelar” o “hacer brillar”. Partiendo del significado de la palabra y la técnica cerámi- ca del “lustre”, los artistas que participan en “Cerámica & Lustre” trabajan sus piezas en un diálogo constante con la ilustración, generando auténticos vasos comunicantes: el barro se contamina del dibujo y el dibujo del barro.

Algunos de los artistas de la presente edición desvelan su verdad como quien susurra un secreto. Sus

piezas emanan una poética trascendental que nos interroga sobre las profundidades del ser huma- no. Es el caso de Laura Segura (Pedrera, 1985) quien se ha inspirado en el Walam Olum, también conocido como el Libro rojo de los indios lenape, para elaborar sus piezas cerámicas. Este libro es, supuestamente, una narrativa histórica de la tribu nativa americana Lenape. Aunque su autenticidad sigue siendo cuestionada, este relato incluiría un mito de la creación que es el que interesa a la artista ya que aporta una serie de dibujos esquemáticos sobre la formación del universo, la configuración de la Tierra o la creación de las primeras personas. Segura ha transcrito estos dibujos a bordados que son bañados en porcelana, fosilizándolos y convirtiéndolos en una especie de restos arqueológicos. La presencia del relato artesanal indígena está, como no podría ser de otra manera, muy presente. Acompañando a estos dibujos, encontramos un gran tapiz elaborado con hilo rojo y cera de abeja que metafóricamente representa la configuración primitiva del mundo, pues como indica la propia artista “quien teje un tapiz teje un universo”.

Desde la configuración de un imaginario colectivo sobre la creación primigenia, a la inmensidad
de un mundo interior, plenamente subjetivo. Las obras cerámicas de Rafael Chacón (Sevilla, 1965) nos trasladan a una especie de Edén surrealista, cercano al que construiría el Bosco a inicios del siglo XVI. En un diálogo constante interior-exterior, el artista elabora personajes híbridos entre lo vegetal y lo animal, que se desvelan casi como tótems o proyecciones espirituales de su ser. Algunos animales recurrentes en su obra son la ballena, el caballo o el conejo, simbolizando cada uno de ellos un aspectos íntimos y particulares. El caballo, por ejemplo, representa su ideal de libertad y belleza, virtudes que siempre acaban siendo domadas de un modo torpe y absurdo. En este sentido, Chacón se aproxima a las metáforas propias de la narrativa infantil, el cuento, que tiende a generar símbolos para explicar realidades duras y difíciles a los niños.

Un tono íntimo y confesional también presenta la obra de Sara Zanini (Verona, 1984), quien basa
su propuesta en una apropiación iconográfica y la resignificación personal de esta. Sus bajorrelieves nacen de la sobreexposición al simbolismo católico propio de Andalucía. La iconografía que hereda- mos de nuestra cultura nos hace entender la realidad de un modo particular. Así, imágenes como el Sagrado Corazón en llamas simbolizan conceptos como la resistencia ante el dolor y el sufrimiento sentimental. Zanini se apropia de este tipo de símbolos y los reinterpreta en clave contemporánea, repitiéndolos y asociándolos con juegos de palabras en las diversas lenguas que conforman su identi- dad. Estos “exvotos” no están exentos de cierta ironía y provocación. Sus piezas simbolizan la acep- tación y exaltación de las experiencias dolorosas de lo cotidiano, las heridas personales y sociales,
la transmisión de la tradición y la crítica a una visión conservadora de la concepción católica. Pro- gresivamente, la autora despoja de su connotación religiosa a estos símbolos para convertirlos en un espejo del sentir humano.

Una propuesta cercana a la de Zanini presenta otro artista de la muestra, Josema López Vidal (Huel- va, 1992), quien, al igual que la italiana, nos habla de una resignificación de los símbolos religiosos y un enaltecimiento sagrado de la cotidianeidad. Su obra, situada en la figuración más tradicional, está constituida por bustos de amigos y familiares que nos trasladan directamente a la imaginería barro- ca andaluza. En este sentido, la obra pudiera aproximarse a lo sacrílego, pues López Vidal otorga a sus personajes profanos los honores que recibiría un santo: casullas doradas, ornamentos preciosos

y camafeos, entre otros. Sin embargo, y aunque esta pueda resultar una lectura plausible, el artista está hablando del componente sagrado existente en las relaciones humanas. Los lazos de amor que el artista establece con nuestros allegados suponen el motor que le hacen santificarlos desde el arte, otorgarles un aurea y simbología propia de lo religioso.

También sobre el amor habla el artista cordobés Pablo Little (1989). Sus piezas cerámicas, al igual

que ocurre con sus ilustraciones, desvelan un mundo de magia y afecto infinito. Estas son un canto a aquellas pequeñas cosas que realmente nos hacen felices, y también a aquellos sueños imposibles que gracias a la magia cobran vida. A través de un lenguaje algo infantil que roza lo ingenuo, Little nos sumerge en un mundo que está mediado por un amor puro e ilusionante. Sus piezas cerámicas se llenan de frases románticas o amistosas que nos devuelven la confianza en nosotros mismos. Otras presentan formas sencillas y temas pictóricos como nubes, gatos o palmeras de corte naif.

El lenguaje sencillo, directo y poco pretencioso de Little entronca a la perfección con la propuesta de tintes abstractos de Bigotesucio (Madrid, 1982). Su obra está evidentemente marcada por su afición al grafiti, los lenguajes urbanos, el diseño gráfico y la creación audiovisual. Podríamos catalogar su estética como espontánea, ligera y de ejecución simplificada. En sus dibujos las formas se rinden

a la geometría, llevando estos a la mínima expresión, sin abandonar una calidad excepcional en lo compositivo. De hecho, la potencia de sus creaciones reside en una capacidad compositivo-intuitiva excepcional que le hace situar de un modo expresivo formas y colores o combinar elementos que extrañamente pudieran convivir (un jarrón y una ventana informática). Así, algunas de sus piezas presentan una estética cercana a la pintura abstracta de principios de siglo XX, mientras otras se aproximan a tendencias más contemporáneas como el Net Art.

Seis artistas, seis lenguajes, seis historias. La presente edición de “Páginas de Barro” aúna seis voces creativas muy distintas cuyos puntos de conexión serán el material cerámico y la presencia de un lenguaje muy cercano a la ilustración. Pero más allá de estos dos aspectos “genéricos”, existe algo en cada uno de estos proyectos que los aproxima al sentido de la palabra “illustrare”: desvelan, iluminan y nos permiten descubrir la riqueza de mundos exteriores o interiores fascinantes. En definitiva, dan luz a nuestro entendimiento sobre cuestiones complejas y trascendentales.

 

Ciclo de cerámica contemporánea. Obras de Bigotesucio, Rafael Chacón, Little, Josema López Vidal, Laura Segura Gómez y Sara Zanini.

 

enlace: https://cultura.cordoba.es/agenda-cultural/paginas_de_barro_9