LAURA SEGURA GÓMEZ
Artista visual
Laura Segura es una artista muy especial, porque sabe sacar el alma oculta de los materiales, creando estructuras tan sugerentes como bellas. Aunque nacida en la localidad sevillana de Pedrera, vive en Granada desde 2006, cuando llegó para estudiar. «Desde pequeña, pasé los veranos en el campo, lo que pronto suscitó en mí el interés por la naturaleza», rememora. «Mis juegos consistían en crear pequeñas esculturas u obras de arte usando lo que tenía más a mano. No me preocupaba en jugar con las muñecas, sino en cómo vestirlas», añade, sonriendo. Decidió trabajar en el ámbito de las instalaciones como la mejor forma de conectar con el concepto de origen, poniendo de manifiesto la estrecha relación que tiene con el entorno y la naturaleza, como complementos y coadyuvantes de la existencia. El vacío, en su caso, no equivale a la nada, sino a un lugar de confort, con vida interior, que ofrece la posibilidad de crear sobre él.
Su obra es un himno contundente a lo natural, encarnada en los materiales en primera instancia. «Me intereso por el resultado final, pero, sobre todo, por la presencia física de ese proceso que abre las perspectivas emocionales y hace perfilar los desenlaces materiales de la obra, produciendo una mágica sensación, teñida de una cierta espiritualidad; como un misterioso halo que nos transporta a otros entornos», destaca.
Sus piezas suscitan un encuentro entre arte, naturaleza y espiritualidad, aludiendo a la trascendencia y belleza de las cosas que son a la vez sencillas y esenciales para la vida diaria. La inspiran autores como Anish Kapoor. Ana Mendieta, Ernesto Neto o Rodrigo Ulloa, algunos de ellos capaces de ir más allá de la materia para ofrecer sensaciones variadas, incluyendo las olfativas, algo que le es particularmente agradable.
El antiguo hogar del Monasterio de Silos ha acogido su obra en el marco de una residencia artística, iniciativa pionera en el cenobio. En su instalación, se podía ver un manto hecho con lana de proximidad, creado con un proceso largo y ciertamente complejo. La obra se completó con tejido trenzado y un vídeo donde se podía ver y oír el trabajo de la artista. El espacio estaba aromatizado con madera de palo santo, muy en la línea estética que forma parte del sello de Laura Segura.
Para ella ha sido una grata experiencia: «Todas las residencias artísticas tienen repercusión, y esta también la ha tenido, porque numerosos comisarios y personas muy conocidas en el mundo del arte la han visitado, por aquello de que era la primera vez que este espacio se prestaba para una iniciativa así», señala.
Sobre su obra, afirma que concibió el manto «como símbolo de refugio y protección para la humanidad. Llevar un manto ritual representa la transformación. Su espacio vacío nos hace ahondar en lo que nos envuelve. Es un refugio para el ser, para poder quedarnos con el origen, el núcleo, la raíz, lo íntimo… Para mí, es un contenedor de vida, no algo que sea preciso llenar a la fuerza», dice.
La creación del manto no fue algo premeditado, dice la artista. «Solo tenía claro que iba a trabajar con lana», señala. Muy pronto, sin embargo, empezó a rondarle la idea de identificarse con la espiritualidad benedictina, evocando el concepto ‘Ora et labora’ (reza y trabaja), una locución latina que encapsula la esencia de la vocación y la vida monástica predicada por San Benito. Esta expresión simboliza la devoción arraigada en el acto de alabar a Dios en concomitancia con la ejecución de las labores manuales cotidianas. Labores muchas veces repetitivas, como la de creación del manto, pero no por ello menos estimulantes si hay un espíritu detrás.
Defensa de lo natural
La lana utilizada durante las tres semanas que duró el proceso constructivo fue adquirida a través de la asociación ‘DehesaLana’, que ofrece lana de ganaderías locales extensivas y sostenibles para rescatar un recurso autóctono que la globalización ha esquilmado casi tanto como, ahora, los lobos. «Acciones como esta contribuyen a la biodiversidad, la regeneración de la vegetación, la retención de agua, el mantenimiento de ecosistemas como la dehesa, la mejora de los suelos y la prevención de incendios. Estos esfuerzos no solo generan beneficios en aspectos sociales, culturales y económicos, sino que también promueven la absorción de carbono y enriquecen el suelo», destaca la artista.
No es la primera obra de Laura Segura que tiene una gran repercusión en el mundo del arte. También la tuvo su intervención en Cañete de las Torres, donde descolgó una monumental trenza de sisal –una fibra vegetal procedente de la pita– por el torreón principal de su castillo. Esta instalación, de casi 25 metros de altura, fue realizada el pasado año en el marco del Festival Calles en Flor, y ya le valió la atención de la crítica. Este año, la combinación de la arquitectura románica y el arte del trenzado de lana le ha permitido crear una experiencia sensorial y visual única que conecta el pasado con el presente de forma fresca y creativa.
Enlace: ideal.es